LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE MELANIE KLEIN
LA TEORÍA PSICOANALÍTICA DE MELANIE KLEIN
Discípula de Sigmund Freud y una de las autoras del
psicoanálisis más importantes, Melanie Klein es conocida por su ajuste del
modelo psicoanalítico al trabajo con niños, siendo una de las principales autoras
en trabajar con menores.
La teoría psicoanalítica de Melanie Klein, si bien
continuadora en numerosos aspectos con la obra de Freud, destaca por ampliar y
profundizar en aspectos del desarrollo a lo largo de la infancia y crear un
enfoque más centrado en cómo se relaciona el individuo con los objetos
(entendiendo generalmente como tales otras personas), siendo esta la base de la
teoría de las relaciones objétales.
Melanie
Klein y la teoría de las relaciones objétales
La teoría psicoanalítica de Melanie Klein se basa
principalmente en su teoría de las relaciones objétales. En esta teoría se
establece que el sujeto se relaciona con el medio a partir de las sensaciones e
impulsos que siente y proyecta sobre los objetos de su impulso. Las relaciones
con dichos objetos generan huellas permanentes que marcarán la futura relación
con otros, internalizándose las experiencias vividas y originándose en base a
ellas la estructura psicológica del sujeto.
Así, la configuración psíquica de una persona
estaría basada en cómo se ha relacionado y como ha internalizado la interacción
con dichos objetos, desarrollándose el individuo en base a ello. Es decir, que
los aprendizajes pasados tienen mucha importancia para la teoría de Melanie Klein,
a diferencia de la corriente biologicista de la época, que defendía lo esencial
de los genes.
El
individuo y su desarrollo
En la teoría psicoanalítica de Klein, el ser humano
se encuentra desde el nacimiento en un constante estado de conflicto entre
pulsiones de vida o amor y de muerte u odio. A lo largo del desarrollo del ser,
el sujeto deberá ir superando las etapas y conflictos propios de la etapa vital
que se está viviendo, forjando un equilibrio entre lo externo y lo interno a
través de las relaciones con los diferentes objetos y enriqueciendo con el
tiempo su yo, personalidad y carácter.
Durante dicho desarrollo el individuo va a pasar por
diferentes fases, variando el modo en que captamos la realidad y relacionamos
nuestros impulsos y deseos con ella y alcanzando diferentes hitos y aspectos
que nos ayuden a generar un yo integrado que nos permita hacer frente a los
conflictos entre los deseos propios del ello y la censura del superyó.
El
Yo en el psicoanálisis
Si bien la obra de Melanie Klein es en gran parte
seguidora de la de Sigmund Freud, existen algunos aspectos en los cuales se
pueden encontrar divergencias.
Una de las principales es que mientras el padre del
psicoanálisis considera que en el nacimiento el ser humano es puro ello, en la
teoría psicoanalítica de Melanie Klein se cree que desde el parto el infante
tiene un yo primitivo que le permite vincularse con los objetos y proyectar
sobre ellos sus propios impulsos y conflictos inconscientes.
Así, en un inicio las relaciones objétales se
basarían en la proyección de impulsos y la introyección de los estímulos
externos, para ir desarrollándose un yo más o menos diferenciado en las
diferentes etapas o posiciones.
Las
posiciones del desarrollo
En la teoría psicoanalítica de Melanie Klein se
establece que a lo largo del desarrollo el ser humano pasa por una serie de
etapas en las cuales va desarrollando el yo y las relaciones con el entorno.
Concretamente, establece la presencia de dos posiciones concretas en la
infancia en que las relaciones objétales y las ansiedades derivadas de ellas
van evolucionando hacia una integración del yo, la posición esquizo-paranoide y
la posición depresiva.
La autora propone un momento de aparición de cada
uno, pero no niega la posibilidad de que sujetos adultos sufran algún tipo de
regresión y/o fijación en alguna de ellas. Así, la posición esquizo-paranoide
estaría más vinculada al surgimiento de trastornos psicóticos y la depresiva a
los neuróticos.
1.
Posición esquizo-paranoide
Esta posición aparece siendo el primer tipo de
relación objetal, iniciada con el nacimiento y que tiende a durar hasta los
seis meses de edad. En esta etapa inicial del desarrollo, el niño aún no es
capaz de identificar qué es el yo y que no, teniendo un pensamiento concreto y
no siendo capaz de distinguir elementos holísticos.
Al no ser capaz de distinguir el yo del no yo el
niño no puede integrar la existencia conjunta de aspectos gratificantes y
aversivos en un mismo objeto, con lo que reacciona identificando los objetos de
forma parcial haciendo que considera la existencia de uno bueno que le cuida y
otro malo que le daña o frustra (denominándose escisión a este mecanismo de
defensa), proyectando en ellos sus impulsos e intentos. El ejemplo más
importante y que más marcará al infante es el del pecho materno, que en
ocasiones le amamanta y en otras le frustra.
Debido a la existencia de un objeto malo,
persecutorio, el infante desarrollará ansiedad y angustia ante la idea de que
éste pueda atacarle. De este modo, se desarrolla un miedo paranoide que a su
vez despertará instintos agresivos y sádicos hacia el objeto. Asimismo, son
frecuentes la confusión y angustia ante el desconocimiento de qué objeto se va
a encontrar.
Si el niño consigue introyectar el aspecto bueno de
los objetos (esencialmente el pecho bueno de la madre) a través de la vivencia
de más o mejores experiencias positivas que negativas, conseguirá formar un yo
sano que le permita pasar a la siguiente posición.
2.
Posición depresiva
Según el niño va madurando, empieza a tener un mayor
desarrollo del yo y una mejor capacidad de discernimiento de lo que es el yo de
lo que no, siendo ahora capaz de observar que los objetos son independientes de
sí mismos. Esta etapa surge alrededor de los seis meses después del nacimiento.
Se incorpora e introyecta el aspecto bueno de los
objetos, concretamente del pecho materno, y el niño es capaz de integrar los
aspectos agradables y desagradables de los objetos. Poco a poco se ha pasado a
poder ver los objetos como un solo elemento que en ocasiones puede ser bueno y
en otras malo.
Disminuyen las pulsiones agresivas, y al observar
que el objeto es un ente independiente nace el miedo y la ansiedad ante la
posibilidad de su pérdida. Así pues, en esta posición o etapa aparecen
angustias de tipo depresivo, que se añaden a las propias de la posición
anterior. Nacen los sentimientos de culpa y gratitud hacia los objetos, y
empiezan a aplicarse mecanismos de defensa como la represión de instintos y el
desplazamiento.
El
complejo de Edipo
Uno de los conceptos más polémicos de la teoría
psicoanalítica es el complejo de Edipo, que según Freud aparece a lo largo de
la etapa fálica alrededor de los tres años de edad. En la teoría psicoanalítica
de Melanie Klein este complejo es bastante anterior, apareciendo junto a la
integración de los objetos parciales en un objeto total durante la posición
depresiva.
Dicho de otro modo, Klein considera que existe un
complejo de Edipo desde el momento en que el niño es capaz de discernir que sus
progenitores son individuos ajenos a él, observando que existe un vínculo entre
ellos del que él no forma parte. El niño proyecta sus deseos en dicho vínculo,
generandose envidia y provocando sentimientos ambivalentes al respecto.
Posteriormente aparecerá el complejo de Edipo
propuesto por Freud, en el momento en que se reduce la ambivalencia y se
realiza la elección entre el deseo por un progenitor y la rivalidad e
identificación con el otro.
El
juego simbólico y la fantasía inconsciente
La capacidad para expresarse verbalmente y
exteriorizar mediante la palabra pensamientos, emociones, deseos y vivencias se
va desarrollando a lo largo de la vida. Esta capacidad requiere un cierto nivel
de desarrollo madurativo y de aprendizaje, así como de una cierta capacidad de
introspección.
Así pues, para un niño que no ha finalizado su
desarrollo es sumamente complejo ser capaz de expresar sus pulsiones, deseos y
angustias. Este es uno de los principales motivos por los cuales el método de
la asociación libre propio del psicoanálisis freudiano no podía ser
originalmente aplicado a niños.
Sin embargo, los elementos pulsionales, los deseos y
miedos que forman parte de cada uno, están presentes desde el nacimiento. Para
la teoría psicoanalítica de Melanie Klein, si bien en la infancia dichos
elementos pueden no ser conscientes pueden encontrarse simbolizadas en la
generación de fantasías. De este modo, las fantasías inconscientes actúan como
método de expresión de los instintos básicos y las angustias, proyectándose
éstos en el juego y dirigiendo en gran medida la actitud y la conducta
infantil.
En este aspecto, una de las contribuciones más
valoradas por parte de la teoría psicoanalítica de Melanie Klein es la
introducción del juego simbólico como método de evaluación y trabajo con
menores. Para Klein, el juego es un método de comunicación en el que el infante
exterioriza sus inquietudes y deseos primigenios de forma indirecta. De este
modo, analizando el simbolismo encerrado en el proceso de juego es posible
observar las fantasías inconscientes que rigen la conducta del niño de un modo
análogo al empleado en los métodos de asociación libre aplicados en adultos.
A la hora de utilizar el juego simbólico es muy
importante el setting o ajuste de la situación, es decir tener en cuenta que la
necesidad de que las sesiones, el tipo de mobiliario y juguetes sean adecuados
para el niño de manera que no le venga impuesto como debe jugar. El niño debe
escoger aquellos juguetes que quiera utilizar por sí mismo, pudiendo a través
de ellos expresar de forma libre sus miedos, angustias y deseos.
Referencias bibliográficas:
Almendro, M.T. (2012). Psicoterapias. Manual CEDE de
Preparación PIR, 06. CEDE: Madrid.
Corral, R. (2003). Historia de la Psicología: apuntes
para su estudio. Editorial Félix Varela. La Habana.
Klein, M. (1971). Principios del análisis infantil.
Buenos Aires: Paidós.
Klein, M. (1988). Envidia y gratitud y otros
trabajos. Obras completas. Volumen 3. Barcelona: Paidós.
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